sábado, 11 de abril de 2009

Preguntas remojadas en vacaciones o el porqué sin fondo

Leerlos, en su mayoría, no impresiona. Salvo en contadas ocasiones, algunos de nuestros chicos y chicas dejan salir lo mejor de su inteligencia. Los demás optan por el silencio porque la palabra no parece interesarles mucho. Se han convertido, en el mejor de los casos, en ese "Homo Videns" de orejas enormes y ojos descomunales. Esto si bien nos va. Ocurre que la escritura no es su fuerte, que no encuentran motivaciones para soltar el pensamiento, ¿será culpa de los calores o de la obligación que implica exigir siete posts para tener derecho a un examen?
Michel Petit, en ese maravilloso volumen que es Una infancia en el país de los libros (agradezco a mi queridísima Ofelia Antuña por el préstamo) confiesa que en la escuela no aprendió nada sobre el saber, ahí casi nadie la pudo contagiar del amor por la lectura. Es verdad que hacer las cosas sin libertad funciona poco. Así es el ser humano, le encanta sublevarse de cara a la autoridad, llevar la contra o, simplemente, adornar con peligrosas piedras su camino. Somos malos con nosotros, pero esta no es un lección moral ni siquiera un regaño. Nuestros jóvenes periodistas abandonan la nave de su blog y lo más triste es que no son capaces de pararse a contemplar los otros barcos que se alejan en busca del tesoro.
¿Por qué no escriben?, ¿de qué manera contagiarlos?, ¿cómo van a hacerle para tener esas siete entradas?, ¿es válida la preocupación de quien esto escribe?
Antes de salir de vacaciones el Dr. Ricardo Cojuc encargó una tarea: al menos diez líneas de su opinión sobre la película que nos ocupó toda una semana. Hasta el momento no llegan a diez los alumnos que han reflexionado sobre el tema de la ética en la cinta, ¿a qué se deberá?, ¿no creemos en el periodismo, nos da risa hablar de la ética?, ¿dónde se quedó la ilusión de un mundo diferente?
De acuerdo, a veces son los propios periodistas quien ensucian el oficio. Está bien, los periódicos no tardan en extinguirse, diarios como Le Monde o The Washington Post, atraviesan una de las crisis más fuertes en plena debacle económica. La gente que más lee periódicos abandona esa costumbre porque es más fácil acceder a ellos en la red. El periodismo como lo describe Kapuscinski es un sueño del que estamos despertando con cierto dolor. Este no es un momento para soñar ni para "desgastarnos" escribiendo en un blog párrafos con los que no estamos comprometidos porque tampoco hace buen clima para defender causas. En nuestro país si dices la verdad te persiguen o acabas bajo tierra. Cierto, insisto, pero la desesperanza siempre hace pactos con el cobarde.
Desconfiar, cruzar los brazos, "preferir no hacerlo" como decía un personaje de Melville, son claves de una conducta poderosa: la inacción. Mentiría si dijera que no estimo esa postura porque me desconcierta, pero a lo sumo leo miedo, ira, rencor, tristeza, todo esto transformado en abulia o apatía. Y eso último es una posición conservadora en el peor de los casos. Salvador Allende dijo que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción. No espero que mis alumnos salgan armados a las calles y organicen una revuelta. Sería una decisión torpe, lo que sí, aguardo aún por inteligencias críticas, capaces de reírse o conmover a los demás con sus juicios o argumentos sólidos. Lo que deseé durante todo el semestre fue despertar emocionando. Pero lo que he obtenido es inacción pura, ganas de no saber, de no involucrarse, de no ir más allá de los hechos, de no torcerles la cola.
Dicen que pasados algunos días los cachorros abren los ojos, pero si se les pasa el tiempo, no logran ver nunca. También es famoso el cuento de un criador de mariposas que adoraba el momento en el que rompían el capullo, cierto día una de las más hermosas no lograba romper por completo esa prisión de seda. El hombre, conmovido por su lucha, le ayudó a salir. La mariposa nunca pudo utilizar sus alas. De ahí que me oponga al paternalismo de la enseñanza, que no esté dispuesta a dar la palmadita, a reír frente a lo que no está dicho. Estoy segura de que no existen verdades absolutas ni pensamiento cerrado que ayude a un reportero a ser ético. Carlos Marín dijo que esta profesión es libérrima y como esos dulces llamados "Salvavidas", que si no tienen agujero no lo son, con el periodismo ocurre igual: si no es valiente, determinado, libre, auténtico, no lo es.
Pero para llegar a esas palabras hay que conocer millones de millones de ellas. Esto es, leer, viajar, disentir, dudar, involucrarse hasta el tuétano con los demás, equivocarnos, aprender del error, tal vez cometerlo de nuevo hasta que el alma crece por sí sola. Es difícil, sobre todo si la comodidad nos ha acompañado en nuestra vida, si no nos gustan los riesgos, si jugar seguros es mejor que asistir a las orillas. Cuestión de enfoques, decisiones que debemos respetar en cada quien, pero los caminos de la ética no son sencillos. Nada es seguro ni fácil. Podemos evitar los tropezones, seguir la ruta del rebaño y encontrar verdad de esa manera. No está mal, pero un periodista es un agente de cambio y por eso no se siente a gusto siguiendo al pastor que orienta mal a las ovejas. Todo inicia con la duda de un cordero que se atreve a preguntar, ¿será que nuestro pastor sabe lo que está haciendo?, ¿qué pasaría si..?
Lo demás es parte de la aventura. Pero para vivir conforme el proceso de formación de un agente que cambia su entorno hacen falta riesgos y eso quiere decir hacer: escribir, pensar, leer, cuestionar; no conformarse, no quedarse quietos mirando pasar los que sí transforman sus vidas en algo extraordinario en el sentido estricto del término.
Y podría seguir hablándoles sin que la respuesta a las preguntas de este texto aparezcan, ¿por qué no escriben nuestros veinte jóvenes?, ¿por qué no se atraven a ser?

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